Por German Monje Ojeda, académico carrera Psicología de la Universidad Santo Tomás sede Puerto Montt

El proceso constituyente que estamos viviendo tras el estallido social es, sin lugar a duda, el mayor hito histórico en nuestra joven democracia, dándonos la oportunidad por primera vez de construir e imaginar el país que queremos y que heredaremos a las próximas generaciones con una mirada paritaria, diversa social y cultural. Sin embargo, como todo proceso de cambio en el status quo, la resistencia de algunos sectores políticos y sociales se ha vuelto evidente, demostrando temor y desconfianza en el asunto.

Esto último se ha materializado en fake news y distorsiones de diversa índole tanto en materias específicas como en las formas de construir acuerdos que generan aún más incertidumbre y confusión en quienes desconocen el proceso y sus alcances, socavando la confianza en nuestras ya debilitadas instituciones. Por lo mismo, es clave en estos tiempos de tanta información que los ciudadanos comprometidos con la democracia seamos conscientes y críticos con la información que leemos y divulgamos, que investiguemos y recurramos a fuentes confiables para tomar una decisión informada y así vencer las falsedades que circulan en las redes sociales.

Permitir que el miedo nos paralice y evite los cambios que son necesarios para el país y la democracia sólo puede profundizar aún más la crisis institucional y social que se viene arrastrando por años y que ha generado dolor, resentimiento y frustración en amplios sectores de la población, pero por, sobre todo, en aquellos más pobres y marginados de la sociedad (pienso por ejemplo en las minorías sexuales y étnicas, personas en situación de discapacidad, etcétera).

En ese sentido, es evidente que la Constitución vigente está obsoleta para el mundo globalizado en que vivimos, para la crisis climática que nos afecta, para el reconocimiento que las mujeres y nuestros pueblos originarios se merecen, pero por, sobre todo, para un desarrollo sustentable en el mediano y largo plazo que incluya a todos los chilenos y que nos permita vivir en paz, armonía y mayor equidad. Pero no solamente en estos temas, sino que también, en estándares democráticos, de justicia, de derechos sociales, medioambiente y el rol del estado en diversas materias productivas y regulación de la economía.

Por último, un país mejor es tarea de todos y todas, quienes aprueban o rechazan tienen argumentos razonables (y también emocionales) para sustentar su posición, y es nuestro deber escucharlas bajo un espíritu fraterno y tolerante, confiados en que todos queremos lo mejor para nuestros compatriotas y por lo mismo, es que debemos ser intolerantes con las mentiras y las descalificaciones de uno y otro lado ya que éstas sólo dañan y generan desconfianza.

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